Verbos de movimiento, o sea...
La semana pasada, matando el tiempo con una revista que cayó en mis manos (ejem, primero pasé por el quiosco y luego cayó en mis manos... pero esa es otra historia), de pronto me dí cuenta de que algo tan común como los verbos ir y venir en realidad no es nada común, ni mucho menos igual para todos.
Y me explico... si tienes la suerte de haber nacido currito, hijo de curritos, que tras mucho batallar con la LOGSE has conseguido el trabajo soñado de comercial de telefonía, con lo que esto supone de vacaciones pagadas (de momento...) y planeas irte de viaje a Nueva York, entonces vas y le dices a todo el mundo y cuelgas donde haga falta: “me voy a Nueva York” (no te lo piensas mucho y utilizas el verbo “ir”).
Pero si has tenido la desgracia de nacer de unas papás con apellido compuesto, no utilizas el verbo “ir” para nada, porque las cosas en realidad “vienen” a ti, y así leyendo esta simpática entrevista me enteré de que a esta pobre muchacha primero le vino el internado en Suiza, luego vino un año sabático en París donde aprendió todo lo que sabe sobre el arte de la papiroflexia y luego vino Nueva York y sus galerías. Es como si Pitita estuviera en el centro de algo, sin moverse, y todas las cosas vinieran hacia ella, atraídas por la fuerza gravitacional de una personalidad hiper creativa.
Y es que el lenguaje puede ser un importante elemento diferenciador, además de la moda, el arte, el vino, y para los menos creativos, el dinero.