Clichés de ser traductor
Hay algo curioso con los traductores, o más bien con lo que la gente supone de nosotros, algo que no le ocurre, que yo sepa, a ningún otro colectivo, ni dentistas, ni fontaneros, ni consultores (y mucho menos a estos últimos)... Es como una exigencia absoluta de perfección que se te supone, de llevar a cuestas el petit Grevisse de grammaire y el Oxford Dictionary, junto con la Nueva Gramática de la Lengua Española, porque claro, eres traductor y tienes que tener respuestas para todo, ocurrencias ingeniosas y saberte de memoria todas las acepciones del diccionario, porque si no, menudo chasco se llevan... Yo les explico que soy un traductor más, como hay cientos de miles, igual que hay cientos de miles de médicos, que no pretendo alcanzar la infalibilidad ni el nirvana, sino hacer bien mi trabajo y disfrutar aprendiendo... pero ya es demasiado tarde, porque ni te escuchan, se te quedan mirando un buen rato con cara de desencanto, como si no fueras más que una especie de farsante 一es difícil luchar contra las ideas preconcebidas一, “y además el aspecto que tienes tampoco es el de un traductor...”. Después de tantos años, yo ya tengo la lección aprendida, me limito a decir un simple “gracias” (como supongo que era un piropo, se lo agradezco) y cambio rápidamente de tema.