Meditación poética (o cómo ahogar el ruido publicitario)
En tiempos de zozobra económica, social y existencial, cuando ningún iPad del mundo es capaz de arrancarte una sonrisa, nada mejor que dejarse derivar lejos, muy lejos del mercado, hacia los significados que se retuercen y estiran y desaparecen para dejarnos cara a cara frente a nosotros mismos.
Ayer sábado, con Alfonso, movidos por alguna extraña conciencia de apocalipsis inminente, como dos condenados esperando el alba, pasamos la noche a recitarnos poesía el uno al otro. Nuestra barca dejó de derivar, las olas se calmaron y mi mente pudo por fin descansar.