El limbo de las palabras no pronunciadas
¿Qué pasa con las palabras que no decimos?. Mejor aún, ¿qué ocurre si por holgazanería, pasividad o por estar a la última nos limitamos a decir “qué guay” o “genial” o “qué fuerte”?Simplemente estamos renunciando a una parte de la realidad, a la realidad a la que aluden y segmentan esas palabras nunca dichas y que servirían para definir la situación en la que estamos, el objeto que ocupa nuestra atención o nuestros propios sentimientos (limitando así el conocimiento que tenemos de nosotros mismos). Porque el hablar bien, o escribir bien, no es un adorno ni un lujo, sino casi una necesidad básica de supervivencia, ya que al nombrar la realidad, nos apropiamos de ella, nos colocamos dentro de ella, la manipulamos, la estiramos a nuestro antojo (hacemos múltiples proyectos), jugamos con ella. Categoría: Opinion.
El mundo se crea a través del lenguaje. Una afirmación vertiginosa y rotunda, que ya encontramos en el Génesis ¿Uno podría ver, en el sentido literal de la palabra "ver", una batalla si no sabe qué es una batalla? ¿no estará viendo una escaramuza, una gresca, un combate, una trifulca....? Aquí se podría abrir otra vía de investigación: ¿cuáles son los motivos para que una comunidad segmente la realidad (la cree) de una determinada manera?
El lenguaje nos enseña a ser libres porque nos ayuda a autodeterminarnos, a tomar decisiones pensadas y conscientes, espoleando nuestra acción, que abandona así el tenebroso pantano de los automatismos. El mundo es muy grande, una determinada situación me “sobrepasa”, pero al nombrarla me “sobrepongo” y, en ese sentido, la puedo dominar. La terapia de grupo, el poder curativo de las palabras: "¡Levántate y anda!".
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