Para mantenerse en forma y desatascar las grasientas tuberías verbales, nada mejor que una cura de poemas.
Igual que sentirse extraño en un país extranjero –con todos los sentidos a flor de piel y el corazón en la garganta, temblando– lo mismo hacen los poemas, sortilegios que nos hacen extrañarnos de las palabras, de nosotros mismos, inmunes que nos creíamos.
“Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos
las hallará vacías. Al cerrarme los ojos
se mojará los dedos con la lluvia.
más difícil aún
comprender que se ama solamente
aquello que envejece.”
Habitaciones separadas, Luis García Montero
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