"Con Thomas de Quincey me sucede lo mismo que con la traducción anterior que finalmente me ayudó a acabar Schubert. En pleno esfuerzo intelectual, de pronto, se me ocurre este curioso pensamiento: ¿Por qué no se va Thomas de Quincey a tomar por culo? ¿Qué me importa a mí Thomas de Quincey y la madre que lo parió? Han de pasar horas para que me responda a mí mismo: te importan las ochenta o noventa mil pesetas que te van a dar por la traducción y por ejemplo, esta tarde, con estas diez líneas no he ganado casi ni treinta duros."
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