A propósito de la norma europea de calidad para los servicios de traducción, Juan José Arevalillo Doval
Resumen:
No resulta fácil definir la calidad de una traducción (producto final), pero sí existen una serie de pautas de actuación para garantizar que el proceso de traducción se realice respetando determinados estándares. Al menos, esto es lo que piensan las “instancias pensantes” de la Unión Europea.
Así, se trata de definir el “proceso” de traducción de la forma más clara y transparente, tanto para el propio traductor como para su cliente, que podrán comprobar si una determinada traducción se ajusta a unas normas preestablecidas (en particular, la existencia de un revisor final distinto del traductor).
Citas:
"...norma lo más completa posible que cubra todos los aspectos metodológicos en el proceso de traducción desde la recepción del trabajo hasta su entrega, además de otros procedimientos subordinados, como son la gestión de pedidos, la asignación de recursos, la formación, las metodologías de auditoría interna, las reclamaciones de clientes, las comunicaciones, etc.
...puede ayudar a distinguir el carácter profesional de una empresa de traducción que aporta un valor añadido a las traducciones ... y que establece una relación comercial seria con sus colaboradores, del típico intermediario que se limita a cambiar de sobre la traducción recibida.
De todos es conocida la proliferación de empresas enmascaradas de traducción, que aparecen y desaparecen; que utilizan becarios de ida y vuelta como personal exclusivo; que tienen la traducción como actividad secundaria, o terciaria; que explotan con precios abusivos a sus colaboradores, etc. La existencia de esta norma puede ayudar a distinguir a unas empresas de otras".
Juan José Arevalillo se hace eco de las suspicacias que puede suscitar esta norma entre los propios profesionales a quienes pretende ayudar. Y es que estamos ante un problema recurrente: es difícil que avancemos si cada uno tira en una dirección.